Casas torcidas: sin escuadra ni cartabón por HDA

Casas torcidas: sin escuadra ni cartabón

Entre el encanto y el peligro, abundan en Aragón construcciones que la humedad y el paso de los años han ido deformando.

Algunas de las casas más fotografiadas por los turistas de la plaza de España, también llamada del Mercado, de Calatayud.Algunas de las casas más fotografiadas por los turistas de la plaza de España, también llamada del Mercado, de Calatayud.MACIPE En tiempos de ‘instagramers’ resultan de lo más pintorescas. Sin embargo, para quienes han de hacerse cargo de sus inspecciones técnicas son todo un quebradero de cabeza. Aragón tiene un buen número de ‘casas torcidas’, sobre todo, en localidades que se asientan en terrenos donde predominan los yesos y las arcillas. "Muchas veces ves a los visitantes que pasean por la plaza del Mercado, toman perspectiva, se mueven de manera exagerada e intentan con gestos imitar la inclinación de las casas", cuenta Carlos de la Fuente, guía turístico de Calatayud, que confirma que los balcones –en apariencia– sin mucho orden ni criterio es lo que más llama la atención a los foranos. De la Fuente explica que son varios los motivos por los que las viviendas presentan esta deformación, que en arquitectura responde al nombre de pandeo. "Los terrenos están constituidos por materiales endebles y las casas se sustentaban muchas veces sobre bodegas de origen medieval. Al abrirse zanjas alrededor han perdido esos apoyos y, en paralelo, los edificios se fueron recreciendo con el paso de los siglos y al tener más peso se hunden más en el terreno", comenta el guía. En la comarca hay muchos otros ejemplos porque "la mucha humedad del subsuelo tampoco ayuda". "En Ateca hay una antigua puerta que antes cerraba la villa y que es conocida popularmente como ‘el arco del mesón’. Está inclinadísima, como también la torre del Reloj, que adolece de cierto equilibrio", comenta Ana Lacarta, historiadora del Arte que vive en la localidad que atraviesa el Jalón. El de atalayas inclinadas merecería un capítulo al margen, pues ‘torres de Pisa’ las hay en las iglesias de Alcaine, de Pradilla de Ebro, en la zaragozana San Juan de los Panetes o la bilbilitana San Pedro de los Francos. La arquitecta técnica e ingeniera de edificación María Figols explica que los sistemas constructivos tradicionales eran más flexibles que los actuales y que la madera puede soportar mejor que el hormigón armado algunas ‘patologías’ como los empujes laterales. "Es una cuestión de geometría y rigidez de materiales. Aquí unas casas se apoyan en otras y equilibran sus cargas sin colaras, garantizando una especie de ‘estabilidad inestable’", comenta. Arriba, miembros de la plataforma en la placeta de Nuestra Señora; abajo, Ángel Silvestre, en una de las calles del casco de Calatayud Tarazona y Calatayud, contra la degradación de sus cascos históricos El número 7 y 8 de la plaza de España. Dos proyectos rehabilitarán dos inmuebles de la plaza de España de Calatayud El mayor peligro –explican los expertos– es que se abran dolinas bajo la tierra y eso pueda hundir cimentaciones y comprometer los edificios. "En muchas viviendas las deformaciones no solo se ven en fachadas, sino que se perciben incluso en los interiores de las viviendas. Es frecuente que te marees al subir las escaleras por lo torcida que está la estructura", explica De la Fuente. "Sientes el pulso de la ciudad" Pero, ¿y qué se siente viviendo dentro de una de estas casas? Wualdo Revollo reside desde hace 17 años en Calatayud, los últimos 8 en el torcidísimo número 3 de la plaza de España. "Vivir aquí te permite sentir el pulso de la ciudad, con sus cosas buenas y malas. Para mí es el mejor sitio de Calatayud porque aquí empiezan y acaban todas las fiestas: Navidad, las Alfonsadas, San Roque, la Virgen de la Peña...", explica. Según sus cálculos, en su bloque están unas diez personas, aunque se ven muy poco y "la vida aquí es tranquila", insiste desde una vivienda que tiene vistas a la torre de la colegiata de Santa María la Mayor. Junto a su bloque, el Ayuntamiento ha comenzado las obras de reconstrucción de otro grupo de viviendas (por valor de 144.258 euros con financiación de la Diputación de Zaragoza), después de que la propiedad lo cediera. Ahora solo queda su esqueleto y en él se aprecia la propia inclinación. Para Revollo, esta intervención es un alivio porque los vecinos estaban "muy preocupados con las lluvias y también con las nevadas que hubo, por los daños que tenía en el tejado y que nos afectaban a nosotros", remarca. "Vinieron de aseguradoras, por lo menos veinte personas. Hacían muy bien las fotos, pero no nos dieron ninguna solución", apunta. El inquilino reconoce que llegó incluso a pensar en abandonar e irse a vivir a otro sitio, pero confía en una mayor sensibilidad de cara al patrimonio urbano, como también lo hace la plataforma ‘Salvemos el casco de Calatayud’, que lleva un año promoviendo acciones de conservación y vigilancia.
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